Llegar
a Besullo ahora significa un reencuentro.
Volver
a tropezar con personas que con el paso del tiempo se establece un lazo
especial. Yo no era más que una forastera, que con la cámara en la mano danzaba
de un lado a otro disfrutando de conocer. De conocerles.
Una
forastera a la que Adonina pronto le abrió las puertas. Su familia me introdujo
en la fragua, y de seguido pude escuchar el canto de una gaita desde una
terraza espectacular. En solo unos minutos aquél rincón dejó su marca.
Y no lo
olvidé… porque en cada visita Adonina y su familia hacían que la forastera, con
un simple saludo, se sintiese parte del lugar. Una sonrisa amable que te hacía
participe.
La
lastima es haber pisado Asturias y que el reencuentro no tuviese lugar.
Más
lastima aún, es saber que lo pisaré acumulando recuerdos.
Pero lo
verdaderamente importante es el momento, el momento de encontrase o de haberse
encontrado.
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