En muchas ocasiones me habla mi padre de su juventud en Cangas. Decenas de niños por sus calles sigilosamente jugando a una especie de escondite. Recreando las películas de indios y vaqueros.
Esta vez, las calles de Besullo estaban llenas de ellos. Algo anormal en otras épocas. Pero antes de Las Veigas dí casualmente paseando con esta imagen.
Por unos instantes... al verlo, recordé aquellas historias.
Él solo, ensimismado en aquél entorno y rodeado de una especie de fuerte. No sé si él mismo era consciente de las mil batallas que se podrían recrear en aquél lugar. Batallas, que más adelante como le ocurre a mi padre, siempre recordará.